jueves, 25 de agosto de 2011

Tarea automática del hombre: Correrse


Es muy raro cuando en un grupo se habla de sexo el hombre nunca tiene mucho que decir sobre su papel o sobre lo que le gusta, es como simplemente se dio o no se dio la oportunidad de follar. Es como si el sexo se acaba en el momento en el que convences a una mujer de follar. Lo siguiente es tontería, es ser hombre, es demostrarle a la mujer quien manda. Pero ¿Dónde? están las aspiraciones y expiraciones de ese hombre. Pareciera que el hombre realmente fuera el objeto de satisfacción. Es como si no importara quien fuera y que hiciera la mujer. Tú simplemente limítate a correrte.
Como si el correrse fuese tarea casi automática del hombre. Pues no lo es, ni lo será. Seguramente soy yo el que no la tiene fácil, pero a mí me hacen falta estímulos visuales y sensitivos para perderme en el deseo y acabar solo por minutos con mi razón.
Creo que aquí he llegado, esa guerra de acabar con la razón parece completa responsabilidad del hombre. Al hombre no se le convence de dejarse, a la mujer sí. El hombre tiene que estar dispuesto a cuando la mujer quiera. Pero ¿Dónde? quedamos los hombres que necesitamos que nos convenzan, que no nos basta que nos chupen la polla y nos digan vamos a follar. Adicional a eso nos exigen que se nos pare y por si fuera poco seamos consecuentes con el deseo de ellas, claro está nosotros lo hemos fomentado. De lo contrario, se desatan las dudas de la vida para una mujer, ¿no soy suficiente para ti? ¿no te excito? ¿No produzco deseos en ti? NOOOOOOOO es que necesitamos jugar, no solo necesitamos  convencerlas para excitarnos,  las necesitamos. Piensen que soy mujer por favor y que no soy fácil, capaz así entiendan mi punto.
Ahí  es cuando entra el  Viagra. El Viagra cuando es usado por los hombres jóvenes y de mediana edad. ¿Para qué lo usan? para absolver de responsabilidades a la mujer de nuestro deseo, para que el hombre venga a la cama sin razón, sin ganas de que lo estimulen, que venga con puro deseo, DISPUESTOS…
Seguramente todo este miedo a que no se te pare, que se cuela entre sobacos peluos es un rumor de hombres, pero arrastra el mal olor por donde pasa. Nos arrastra a algo que no sabemos si somos buenos o malos hombres, ¿nuestra virilidad queda en tela de juicio o no? Aquel que diga que su virilidad no le importa y que no está relacionado con que si se te para (empalma) o no, está mintiendo profundamente. Aceptemos que somos sensibles, que nos importa nuestra virilidad y que no somos una maquina de correrse.
En definitiva esa virilidad que no es virilidad, también depende del otro, mis ganas de follar también son las tuyas; trasmítemelas, alborótame, desángrame con tu deseo, convénceme. Irrumpe en mi territorio y sácame. Yo quiero ser raptado.

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